lunes, 25 de abril de 2011

Wolfgang Giegerich y la psicología “junguiana” hoy


Acabo de colgar en la web del Centro un artículo con referencias de W. Giegerich al estado la psicología analítica, hoy. Las críticas de Giegerich son precisas y certeras, a pesar de que sean recibidas de manera "personal". Pues como dice el autor en el artículo: “en el mundo de la mente (en contraste con el narcisismo de la personalidad del ego), la crítica siempre es constructiva”.

Para leer el artículo, basta con picar aquí.

jueves, 21 de abril de 2011

Dialéctica y choque de opuestos


Acabo de publicar en la web del Centro un fragmento del libro de W. Giegerich "Dialectics and Analitic Psychology. The El Capitan Canyon Seminar", en el que se explica con claridad la diferencia entre el pensamiento dialéctico y la concepción (junguiana) del "choque de opuestos". Es una transcripción hecha por Ale Bica de la lectura y comentario que hice del texto en el Seminario sobre La Vida Lógica del Alma, hace unos años.
El texto puede leerse picando aqui

viernes, 8 de abril de 2011

Greg Mogenson: La presuposición tautológica

Traducción de Enrique Eskenazi

Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo



Introducida en nuestra literatura por Giegerich (1), la presuposición tautológica es un recurso heurístico que pone la definición de verdad de Hegel, como la identidad de la identidad y la diferencia, en los términos operacionales de una praxis incluso en tanto habilita reflexivamente al intérprete para “ver a través” de la exterioridad e inmediatez sensorial de la forma representacional de los mitos, cuentos de hadas, sueños y otros productos culturales de modo que la sola situación o verdad anímica que expresan pueda conocerse desde dentro.

Como implica la etimología de la palabra, la interpretación según este modo es cuestión de “decir” (légein) “lo mismo” (tauton), esto es, de discernir, en caracteres muy diferentes e incluso opuestos, la mismidad que matizan como momentos internos el uno del otro.

Considérese por ejemplo un sueño en el cual la figura del soñador es acosada por un asesino. Una primera reacción posible a tal sueño podría ser tomarlo literalmente sobre el modelo de un acontecimiento semejante en la vida real. Esto, sin embargo, no nos llevaría demasiado lejos. La vida real es un mundo de entes existentes en relaciones externas -que es lo que en primer lugar hace posible un acto como el asesinato. El sueño, al contrario, es un drama interior de figuras imaginales que se reflejan la una en la otra de una manera que tiene significación alegórica. El asesino del sueño, lejos de ser una entidad externa, independiente y auto-idéntica, es una figura mental esencial para la descripción de la verdad que presenta el sueño. Es el propio asesino del yo-del-ensueño o, rindiendo tributo a la sustancia nocional que ambos describen, podríamos incluso decir “el verdadero asesino”.

Lo mismo ocurre con las figuras en un cuento de hadas o en un mito. Barbazul no es un otro exterior con respecto a la doncella a la que espanta (2). Ni lo es Hades para Perséfone. Más bien, como aquellas manos en el dibujo de M. C. Escher que se dibujan a sí mismas, ambas son figuras mutuamente constituyentes, cuyas relaciones entre sí, lejos de ser como las relaciones de la gente separada y distinta en el mundo social, son como las relaciones que las letras tienen en la formación de una palabra, o la que tienen las palabras en la formación de una frase. Por muy embarulladas que puedan parecer al intérprete que aún no distingue el bosque de los árboles, sólo leyéndolas al modo de “decir lo mismo” de la presuposición tautológica podemos profundizar en lo que implican con respecto a la consciencia y lo que muestran con respecto a la vida del alma. Y aquí podemos recordar una frase de Giegerich que expresa sucintamente la presuposición tautológica en la forma de un dicho: “Pero para la psicología no hay Otro. O el Otro que hay es el propio otro “del alma”, su otro interno, es decir, ella misma en tanto que otro” (3)

La presuposición tautológica viene nuevamente en nuestra ayuda al considerar el significado de los desarrollos de la trama y los cambios de escena. Aquí, como antes, no se trata de relaciones externas, es decir, de una situación que pasa a otra. Pues cuando se las reflexiona tautológicamente en la mismidad que matizan, lo que la mente imaginativa ha representado diversamente como acontecimientos subsiguientes y como cambios de escena puede verse como el sacar a la luz las implicaciones inherentes de la única situación que ha estado operativa desde el comienzo.

Greg Mogenson

Notas

(1) W. Giegerich, The Soul’s Logical Life: Towards a Rigorous Notion of Psychology (Frankfurt am Main: Peter LANG, 1998), PP. 119-123. Para un ejemplo exhaustivo del uso interpretativo de la presuposición tautológica, ver el capítulo 6 de este libro.

(2) W. Giegerich, “The Animus as Negation and as the Soul’s Own Other. The Soul’s Threefold Stance toward Its Experience of Its Other”, en Soul-Violence, Collected English Papers, vol. III, pp. 111-167.

(3) W. Giegerich, D.L. Miller, G. Mogenson, Dialectics and Analytical Psychology: The El Capitan Canyon Seminar (New Orleans: Spring Journal Books, 2005), p. 26. Para ejemplos del uso interpretativo de la presuposición tautológica, ver los capítulos 1 y 2 de este libro.

sábado, 2 de abril de 2011

W. Giegerich y la psicología analítica, hoy


Fragmento de la Respuesta a las Respuestas de Mogenson, Miller, Beebe y Pulver, 2004.
Wolfgang Giegerich

Traducción Alejandro Bica

Desde el momento en que aún estaba en mi formación junguiana, sentía que no era suficiente la necesidad de que los analistas se sometieran a un análisis personal antes de que los pacientes sean sujeto de análisis, sino que también “El Tercero de los dos”, es decir, la teoría psicológica (como el marco para todos los trabajos en la sala de consulta), necesita una similar autocrítica. Por lo tanto, es con gran placer notar que John Beebe en su respuesta pone de manifiesto y hace plena justicia a la motivación y al espíritu de mi crítica a Jung en mi presente ensayo (El Final del Significado y el Nacimiento del Hombre). Me siento completamente entendido cuando reconoce en mi trabajo “no un argumento con alma, sino un argumento desde el alma”, y cuando aprecia mi crítica a la psicología de Jung no como una crítica que viene de fuera sino desplegando sus contradicciones internas.

Mi propósito no es, por supuesto, dejar atrás a Jung, sino avanzar en nuestra comprensión de la lógica interna y del origen de la tradición del pensamiento a la que pertenecemos. Y cuando Beebe hace esta maravillosa afirmación, “siento que nada le hubiera gustado más a Jung que saber que su psicología sería soñada aún más, hasta el momento en que él ya no fuera necesario, y que la consciencia y el conocimiento le hubieran reemplazado”, Beebe no sólo le atribuye -y creo que adecuadamente- un noble espíritu a Jung, sino que también despliega su propio noble pensamiento y sabiduría psicológica. Porque ciertamente: lo que está en juego es la consciencia y no la persona.

La advertencia de Beebe en contra de saltar a la conclusión sobre el fundamento de mi trabajo, “que la práctica del análisis junguiano ha perdido su raison d’être y que a partir de ahora sólo puede ser un anacronismo” está tan justificada como cuando se pregunta acerca de “cuánto del pensamiento de Jung preferiría Giegecich que conservasen sus lectores”. Aunque no deseo expresar ninguna preferencia sobre las opciones intelectuales de mis lectores, algunos comentarios de lo que deseo, o necesito, pueden tener lugar. Excluí deliberadamente de mi artículo un debate de los logros duraderos de Jung. En primer lugar, su propósito no había sido una valoración equilibrada del proyecto de la psicología de Jung en su conjunto, sino solamente una discusión de su psicología “a la luz de la cuestión del significado”. En segundo lugar, incluyendo una discusión de los logros positivos de Jung podría haber apoyado la idea errónea de que una crítica es algo tan terrible que exigiría consuelo inmediato. Pero en el mundo de la mente (en contraste con el narcisismo de la personalidad del ego), la crítica siempre es constructiva. En tercer lugar, esto podría haber creado la impresión de que no estaba dispuesto a hacerme cargo de mi implacable crítica de este aspecto de la psicología de Jung que yo soy, y que quería demostrar que soy un "buen" junguiano, después de todo. La crítica y la alabanza no deben verse compensadas entre sí, porque entonces cada una de ellas neutralizaría a la otra, en lugar de convivir cada una en su propio derecho y con toda su fuerza.

Lo que valoro por encima de todo entre los logros de Jung (aparte de la multitud de sus maravillosas intuiciones psicológicas acerca de los fenómenos individuales) es (1) que tuvo, y que basó su psicología sobre una noción muy clara del alma como una realidad de propio derecho (en contraste a la idea de “la psique del ser humano”), (2) que sabía que la psicología tenía que interesarse en los contenidos, en la sustancia, y no meramente en mecanismos y relaciones formales, (3) que se dio cuenta de que “sin historia no puede haber psicología”, y que dentro de su entendimiento de la profundidad arquetipal de los símbolos abrió el camino para una arqueología del alma, (4) que en el individuo y en la sala de consulta sólo puede verse un aspecto menor de la plena realidad del alma y de que la neurosis personal es mucho más que un problema de una persona particular, y (5) que su idea y su obra como terapeuta estaban informados por un verdadero sentido y compromiso por el Singular (el individuum ineffabile), tanto con respecto a las personas como a cada momento (en contraste con la usual abstracción de “casos”, “historias de casos“, “diagnósticos clínicos”, “técnicas que hay que aplicar”, etc.) Lo que implican todos estos puntos -absolutamente notables y, en su tiempo únicos- requeriría una larga discusión. Puesto que Beebe ha mencionado particularmente “la práctica del análisis junguiano", simplemente quiero afirmar aquí, que es precisamente cuando uno se ve libre de la pesada carga de tener que encontrar “significado” (lo cual es finalmente la carga de tener que “salvar al mundo”), el trabajo con pacientes individuales puede ser profundamente gratificante y excitante y con un poco de suerte llegar a un punto donde el paciente puede comenzar a llevar una vida personal significativa.

El análisis de Beebe de la relación de Jung y Hegel en términos de función función/intuitiva pensamiento extravertido-introvertido es, sin duda instructiva. Pero realmente me alegra cuando va más allá de las categorías tipológicas, recordando al lector que para mí el pensamiento no es una función de la conciencia (en el sentido de la tipología de Jung). El peligro de aplicar las actitudes tipológicas y las funciones junguianas a los argumentos (psicológicos, teológicos, filosóficos, etc.) es que tiende a colocar a cada uno de los que discuten, por así decirlo, en su propio planeta separado, de manera que en lugar de encontrarse (y posiblemente de entrar en conflicto) las mentes, tenemos distintas visiones encapsuladas dentro de sí mismas e incapaces de entrar en contacto la una con la otra.

Así como por otra parte me gustaría mencionar aquí que en la cita “sin embargo, Jung desarrolló en su ensayo sobre la función trascendente algo que se parece mucho a la dialéctica de Hegel”, las palabras “se parece” debieran tomarse como refiriéndose a la “mera apariencia” en el sentido de una ilusión. Beebe puedo haber hecho este comentario, en el fondo de su mente, con un artículo publicado por un junguiano hace unos años, un artículo que pretendía demostrar que la “función trascendente” de Jung y el (como se llamaba) “modelo dialéctico” (!) de Hegel eran de hecho paralelos, pero en realidad ha demostrado una falta de comprensión del pensamiento hegeliano. Sin duda, el esquema mecánico de tesis-antítesis-síntesis es un cliché repetido a menudo, pero eso no es Hegel, quién por el contrario piensa en términos de “mediación” y “sublación” (Vermittlung y Aufhebung).

Me hace especialmente feliz que Beebe se de cuenta y tenga “confianza [percibiendo el sentido del pensamiento de mi artículo] en el proceso del pensamiento que deshace sus propios momentos que le impedirían el pensamiento psicológico”. Uno podría decir que esta es la confianza del “alquimista” en mí.

Pero ¡ay! Como un observador de lo que hoy está ocurriendo, he de admitir que esta confianza mía es una confianza ante la desesperación. ¿Es que hay todavía alguna oportunidad para la psicología analítica? ¿Siguen siendo el pensamiento, la mente, el alma de la psicología analítica, o acaso nuestro campo (que sin duda ya está en el negocio de vender “alma”) ha perdido su propia alma -“desperdiciando [su] herencia psicológica”? Ciertamente, no todos en la psicología tienen que ser pensadores serios. Uno puede ser un buen practicante sin tener que ser un intelectual. ¿Pero qué significa para un campo si no valora el intelecto, ni considera como su preocupación fundamental producir una nueva generación de intelectuales? ¿Cuánto puede valer y sostenerse como tal campo antes de tener que echárselo a los perros, si carece de ideas intelectuales?

¿Y acaso la psicología analítica no se ha vendido en el mercado a la popularidad? ¿No ha descendido hasta llegar a ser nada más que un proveedor de servicios, un proveedor de servicios de salud, por un lado, y por el otro, de la gratificación de las necesidades emocionales y “espirituales” (las necesidades del ego)? Si uno mira lo que están publicando los junguianos en general y lo que se enseña en los institutos de formación junguiana, uno se ve impresionado por la mezcolanza sincretística de ideas y técnicas que brotan de todo tipo de fuentes heterogéneas. Pareciera que casi todo vale y da lo mismo. Y cualquiera que tenga una licencia como analista se siente autorizado a dar opiniones, que son como libres asociaciones sobre lo que se le antoje. ¿Dónde está la autoridad interior del campo que pudiera darle su medida y su identidad, una autoridad que sería el equivalente de lo que en la vida moral del individuo se llama conciencia? Parece que hoy sólo hay tres autoridades que rigen en el campo de la psicología analítica, y todas las cuales son falsas. Está en el campo de la psicología analítica la autoridad de Jung y lo que enseñó (el concepto dogmático de autoridad), está la autoridad de “lo que vende” (lo que vende tanto en el mercado o lo que vende tanto para el junguiano individual personalmente), y luego está desde afuera la autoridad burocrática de las normas legales y los reglamentos de las sociedades de profesionales, la autoridad de los requerimientos mecánicos de “cualidad de material” o de planes ciegos de evaluación, o de revisiones de colegas, de comités éticos, etc. Esta tercera forma de autoridad no se limita a la psicología; por el contrario, su extensión es poderosa, e incluso abrumadora en la sociedad a gran escala, una tendencia que por un lado aspira a minar sistemáticamente toda responsabilidad personal ética e intelectual, y por el otro lado, el respeto por la mente, y a reemplazarlos a ambos con mecanismos estandarizados de control, en otras palabras: es la victoria final del fascismo, no en una forma cruda y literal, sino en una forma refinada, sublimada. Ciertamente, hay motivos para desesperar.

Pero entonces, teniendo en cuenta la naturaleza de las respuestas de alto nivel que se han dado a mi ensayo y de la recepción que obtengo a partir de esta revista y de su editor, también puedo decir que mi confianza mencionada en el proceso del pensamiento se sigue alimentando.

W. Giegerich