miércoles, 31 de marzo de 2010

¡Prohibida la entrada!



La Entrada en la Psicología y el Estilo del Discurso Psicológico.
Por Wolfgang Giegerich.

Transcripción (modificada con el texto en inglés) por
Alejandro Bica de un fragmento de “La Vida Lógica del Alma” (1998) leído y comentado en el curso La Vida Lógica del Alma. El pensamiento de Wolfgang Giegerich a cargo de Enrique Eskenazi. 

En este artículo, entre otras cosas, Giegerich escribe:

“…la cuestión se reduce a “¿quién en mí es aceptado para hacer psicología?” y “¿quién en cada miembro del publico de una lección o de una conferencia ha de ser al que se dirige la psicología?” Tenemos al menos tres distinciones tradicionales diferentes que podemos usar para ponerles un nombre a las distintas personalidades en nosotros. Una es la distinción de Jung entre el ego (o la ego-personlidad) y el Self (en el sentido estricto junguiano); otra es la distinción entre el yo empírico y el alma; una tercera, para la cual Hillman ha hecho un caso muy fuerte recientemente, es la distinción entre la personalidad egoica y la semilla interior, o el daimon o el genio (James Hillman, El Código del Alma, 1996.). Para nuestros propósitos no es necesario entrar en las diferencias que hay entre Self, alma, daimon y genio. Tampoco tenemos que tomar las teorías específicas que subyacen a estos conceptos. Todo lo que se necesita aquí es tener la visión de que hay una idea de una duplicidad fundamental de personalidad o de subjetividad en la psicología y que esto nos obliga a plantear las siguientes preguntas, ¿quién ha de ser el sujeto en la persona que hace psicología (y que escribe o habla en este campo)? y ¿a quién se le ha de dirigir en cada miembro del público?

La respuesta es obvia. La persona que hace psicología tiene que ser la nueva o la otra personalidad. El daimon, el Self, el alma: ellos son los únicos que pueden producir una psicología que merezca ese nombre. Tienes que haberte puesto tu traje de bodas. Simplemente no tendrá sentido permitir que la ego personalidad desarrolle una “psicología”. No tendría sentido tener una psicología producida por el ego, que le dice a la gente que ellos “deberían” desarrollar su Self, porque no hay puente que conduzca del ego al Self. El ego puede en el mejor de los casos, sólo predicar la individuación (volverse Self), y sabemos cuán desvalida es la prédica. Predicar transporta continuamente, y restablece otra vez, el mismo hiato que pide ser vencido. Si quieres desarrollar tu Self, tienes que haber cruzado el umbral; tienes que haber dejado detrás al ego (no en todo los aspectos, por supuesto, pero al menos en el punto en que quieres desarrollar el Self) y tienes que haber permitido que el Self tome las riendas (¡nótese el pretérito perfecto!). El Self es real sólo en el punto en que el ego ha sido negado, vencido; uno podría incluso decir que sólo existe como una realidad “sobre el cuerpo muerto del ego”.

Por lo mismo, no hace sentido hablar sobre del daimon mientras uno dirige los propios pensamientos acerca del daimon a la ego personalidad de la audiencia y trata de persuadir a este ego para que acepte la teoría del daimon. El ego puede aceptar todo tipo de teorías, pero psicológicamente esto no hace ninguna diferencia. Una ego personalidad que cree y que disfruta en la teoría del “genio interior” permanece tan ego personalidad tanto como si se la vende a la “psicología del ego” o a cualquier otra de la variedad de sistemas de creencias psicológicas. No es suficiente defender las ideas correctas (el Self, el alma, el daimon, o, en otros casos, los derechos humanos, el cristianismo, la democracia, o lo que sea) y rechazar las ideas erradas (racismo, fascismo, psicología del ego, etc.). Esto es demasiado barato. Lo que es mucho más importante es si el estilo de tu lenguaje psicológico al hablar del Self, (por mencionar sólo esto) pone en juego el mismo Self que estás defendiendo, y si pide de los lectores o de los oyentes que ya estén leyendo, o escuchando, oír hablar del texto como el Self que ellos son. Para que el daimon tenga alguna oportunidad, es inevitable que haya un corte doloroso. Tu manera de hablar o de escribir tiene que confrontar a la audiencia con la experiencia del no-ego (por ejemplo, en el sentido de “no tú como has sido hasta ahora”); tiene que imponer en la audiencia la herida narcisista de que a ti no te importa lo que ellos piensan y que no les estás hablando a ellos, sino a su Otro en ellos.”


Para leer el texto íntegro, picar aquí.