martes, 20 de febrero de 2007

Anima Mundi: el retorno del alma al mundo


Acabo de publicar el artículo de James Hillman, ""Anima Mundi: el retorno del alma al mundo", tomado de su libro "El pensamiento del corazón" y que originalmente era un ensayo que fue presentado en San Francisco en mayo de 1980.
Han pasado 27 años ya, y el artículo sigue siendo profético al hablar de los síntomas por los cuales el mundo reclama con urgencia ser anímicamente reconocido, es decir, tomado en serio

En el artículo Hillman habla de que "la conciencia cada vez mayor de las realidades subjetivas -ese refinamiento del alma resultante de cien años de psicoanálisis- se ha vuelto incompatible con el atraso de la realidad externa, que durante esos cien años ha degenerado en una brutal uniformidad y en una enorme degradación"
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el mundo en el que están situadas todas las subjetividades se desmorona. El derrumbamiento se produce ahora en otros lugares: Vietnam y Watergate, escándalos bancarios que salpican al gobierno, contaminación y delincuencia callejera, disminución del número de personas que saben leer y escribir, aumento de la basura, el engaño y la ostentación. Ahora encontramos la patología en la psique de la política y de la medicina, en el lenguaje y en el diseño, en los alimentos que comemos. La enfermedad está ahora "ahí fuera"
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El uso contemporáneo de la palabra "derrumbamiento" muestra lo que quiero decir. Las centrales nucleares como Three Mile Island y Chernóbil constituyen ejemplos evidentes de derrumbamientos crónicos y posiblemente incurables. El sistema del tráfico, los sistemas educativos, el sistema judicial, los gigantes de la industria, los gobiernos municipales, la economía, la banca... todo está en crisis, se derrumba, o debe ser apuntalado ante la amenaza de un colapso. Los términos "colapso", "desorden funcional", "estancamiento", "disminución de la productividad", "depresión", y "derrumbamiento" son aplicables tanto a las personas como a los sistemas públicos objetivos y a las cosas que hay dentro de esos sistemas. El derrumbamiento se extiende a todos los componentes de la vida civil porque la vida civil es ahora una vida artificial: ya no vivimos en un mundo biológico en el que la descomposición, la fermentación, la metamorfosis y el catabolismo son los equivalentes de la disfunción de las cosas artificiales.
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Precisamente gracias a su derrumbamiento, el mundo está entrando en una nueva fase de conciencia: al llamar la atención sobre sí mismo por medio de sus síntomas, puede comenzar a tomar conciencia de sí mismo como realidad psíquica. El mundo es ahora objeto de un enorme sufrimiento y presenta una serie de síntomas graves y llamativos, por medio de los cuales se defiende del colapso.
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No es sólo que mi patología se proyecte sobre el mundo, sino que éste me inunda porque no escucho su sufrimiento . Después de los cien años de soledad del psicoanálisis, soy más consciente de lo que proyecto hacia el exterior que de lo que la inconsciencia del mundo proyecta sobre mí.
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Mientras la psicología no deje entrar al mundo en la esfera de la realidad psíquica, no habrá ninguna mejoría; antes bien, cargando el peso sobre las relaciones humanas y las esferas subjetivas, olvidaremos la inconsciencia reprimida que se proyecta desde el mundo de las cosas
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Estas afirmaciones, tan válidas en 1980 como en el 2007, necesitan ser consideradas porque hoy los síntomas del mundo son aún más alarmantes, abriéndose la terrible posibilidad de una desaparición de la "naturaleza" tal como la conocemos, el ya manifiesto cambio climático y la destrucción del habitat de todas las especies conocidas, incluyendo la humana.
Naturalmente, no faltará quien niegue estos síntomas, como no faltaron quienes negaban que hubiera hornos de cremación en la Alemania nazi, quienes negaban que hubiera campos de concentración en la Argentina de la dictadura militar o, más recientemente y para nombrar sólo un ejemplo de entre miles posibles, quienes negaban que los irakíes carecieran de armas de destrucción masiva. En todos estos casos, la verdad fue ocultada. ¿En nombre de qué?
Este tipo de ocultación es también un terrible síntoma que requiere ser interpretado en términos de alma, no ya alma subjetiva y meramente humana, sino y ante todo, Anima Mundi.