miércoles, 27 de diciembre de 2006

Henry Corbin: Cuerpo espiritual

"Nunca ha sido tan difícil como ahora que se estableciera una intercomunicación, y que existiera cierta permeabilidad entre los universos reales, esos por los que y para los que los hombres viven y mueren, universos que siguen siendo irreductibles a los datos empíricos, porque su realidad secreta es anterior a todos nuestros proyectos y los predetermina"

"¿cómo se puede acompañar a los sufíes y a los Espirituales del Islam si hemos olvidado el lenguaje de los símbolos, si somos ciegos y sordos al sentido espiritual de los antiguos textos, que por otra parte nos obstinamos en confrontar con todos los demás documentos históricos o arqueológicos?
Entre los síntomas que pueden revelar un "continente perdido" podemos citar la insólita insistencia con la que algunos teólogos actuales han opuesto la "inmortalidad del alma" a la "resurrección de los muertos", como si el gran triunfo consistiera en devolver a los filósofos, platónicos impenitentes, a sus vanas pretensiones, mientras que los teólogos, en tanto que perfectos realistas, aceptan por su parte las concesiones necesarias para "adaptarse a su tiempo". Lo cierto es que en Occidente se ha hecho una auténtica matanza de esperanzas que nadie sabe hasta dónde va a llegar. El síntoma más alarmante es ese piadoso agnosticismo que paraliza a magníficas mentes, y que les inspira una especie de terror ante todo lo que significa "gnosis"… Tampoco podría haber "resurrección de cuerpos" sin "resurrección de almas", es decir, sin haber superado el peligro de la "segunda muerte" tan claramente tratado por el hermetismo más antiguo, y que postula el "descenso a los infiernos", pues la "carne espiritual", este caro spiritualis, a la vez suprasensible y perfectamente concreta, está constituida por el alma misma, por la Tierra celeste del alma. Ahora bien, un "alma muerta", en el sentido en que puede morir un alma, no podría ser su sustancia"

"¿qué será de nuestro conocimiento del hombre, del Homo sapiens, mientras ignoremos tanto los mundos invisibles explorados como a sus exploradores?"

"hemos querido hacer un libro que esté al alcance de cualquiera, tanto del investigador, que encontrará en él numerosos temas en los que profundizar, como del llamado "hombre de la calle", que merece tanto más el respeto del hombre de ciencia cuanto que su especie está amenazada de extinción por las condiciones de nuestra época."

"lo que motiva el uso del término "esoterismo", es porque las polémicas que enfrentaron en Occidente a creyentes y no creyentes tuvieron lugar en un nivel de conocimiento que ni los unos ni los otros lograron abandonar. Se enfrentaron, por ejemplo, por los milagros narrados en el Nuevo Testamento, unos por admitirlos, los otros por rechazar la posibilidad de una "ruptura de las leyes naturales". El dilema estribaba en fe y falta de fe: historia o mito. Hubiera sido necesario admitir que el primer y supremo milagro es la irrupción de otro mundo en nuestro conocimiento, irrupción que desgarra el entramado de nuestras categorías y de sus necesidades, de nuestras evidencias y de sus normas. Pero debe quedar claro que al referirnos a ese otro mundo aludimos a un mundo que no puede percibirse a través del órgano de conocimiento común, ni puede demostrarse o rechazarse a través de la argumentación común: un mundo tan distinto que no puede verlo ni percibirlo más que el órgano de una percepción "hûrqalyana".

Ese otro mundo, con el modo de conocimiento que implica, es el que veremos aquí pensado incansablemente a lo largo de los siglos como "mundo de Hûrqalyâ". Es la "tierra de las visiones", la Tierra que ofrece su verdad a las apercepciones visionarias, y es el mundo a través del cual se lleva a cabo la resurrección; esto es lo que repetirán, haciendo eco, todos nuestros autores. Es, en efecto, el mundo donde "tienen lugar" los acontecimientos espirituales reales, pero reales de una realidad que no es la del mundo físico, ni la que cuentan las crónicas y con la que "se hace la historia", porque aquí el acontecimiento trasciende toda materialización histórica.

Es un mundo "externo", que no es el mundo físico, un mundo que nos enseña que se puede salir del espacio sensible sin salir sin embargo de sus límites, y que hay que salir del tiempo homogéneo de la cronología para entrar en el tiempo cualitativo que es la historia del alma. Es también el mundo en el que se percibe el sentido espiritual de los textos y de los seres, es decir, su dimensión suprasensible, ese sentido que nos aparece con frecuencia como una extrapolación arbitraria, porque lo confundimos con la alegoría. La "Tierra de Hûrqalyâ" es inaccesible tanto a las abstracciones racionales como a las materializaciones empíricas; es el lugar en el que cuerpo y espíritu se funden, el lugar en el que el espíritu toma cuerpo como caro spiritualis, "corporeidad espiritual". No es perceptible con los ojos de carne del cuerpo perecedero, sino con los sentidos del cuerpo espiritual o cuerpo sutil, que nuestros autores designan como "los sentidos del más allá", los "sentidos hûrqalyâvî"."

"si el pasado fuera realmente lo que nosotros creemos, si estuviera acabado y cerrado, no daría lugar a tantas discusiones vehementes. Nos sugieren que todos nuestros actos para comprender son otros tantos comienzos, iteraciones de acontecimientos siempre inacabados. Cada uno de nosotros, volens nolens, es autor de acontecimientos en Hûrqalyâ, tanto si abortan como si fructifican en su paraíso o en su infierno. Creemos contemplar el pasado y lo inmutable cuando sin embargo estamos consumiendo nuestro propio futuro. Nuestros autores nos demostrarán que toda una región del Hûrqalyâ está poblada, post mortem, por nuestros imperativos y nuestros deseos, es decir, por lo que constituye el sentido mismo tanto de nuestros actos como de nuestros comportamientos.

Toda la metafísica subyacente es también la de una incesante recurrencia de la Creación (tayaddud): no es una metafísica ni en el ens ni en el esse, sino en el Esto del ser en imperativo. Pero el acontecimiento se pone o vuelve a poner en imperativo porque él mismo es la forma iterativa del ser que lo promueve a la realidad de acontecimiento. Tal vez entonces se comprenda toda la gravedad del acontecimiento espiritual y del sentido espiritual de los acontecimientos "percibidos en Hûrqalyâ", cuando por fin la conciencia encuentre al Donante de sus datos. Todo es extraño, dicen nuestros autores, cuando se aborda esta Tierra en la que lo Imposible se lleva a cabo de hecho. Todas nuestras construcciones mentales, todos nuestros imperativos y todos nuestros deseos, incluso el amor más consustancial a nuestro ser, todo ello no sería más que metáfora sin el intermundo de Hûrqalyâ, un mundo donde, de alguna manera, nuestros símbolos se toman al pie de la letra."

Estas son algunas de las reflexiones de Henry Corbin, en el prólogo de 1960 a su libro "Cuerpo espiritual, Tierra celeste", que acabo de publicar y que puedes leer picando aquí

Enrique

lunes, 25 de diciembre de 2006

Fin de año

Después de un intenso año de cursos y conferencias al servicio de la realidad del alma, en un mundo que tolera insensateces tales como que "el alma está en el cerebro" , un mundo que parece haber vuelto sórdida realidad aquél lema hippy de los 60's ("better living through chemistry"= "una vida mejor mediante químicos"), acabo de enterarme con tristeza de que un antiguo conocido ha sido internado estos días con un grave brote psicótico. Su familia y amigos están desconcertados. Y sin embargo, aunque era previsible, pasaron inadvertidas las señales manifiestas a través de las imágenes que expresaban sus conductas angustiadas. Se sigue considerando que el dolor del alma es "cosa de uno" y que es cuestión de voluntad y no de escucha, de "distraerse" en lugar de prestar atención, de "proponerse superarlo" en lugar de regresar a una tierra de la que uno se ha exiliado.

Corbin escribió lucidamente que "la dificultad es que la mayor parte de los hombres viven fuera de sí mismos, a pesar de que nunca hayan salido de sí mismos. Ciertamente, abundan las terapias para hacerlos entrar en sí mismos, pero cuando tal cosa se consigue, se hace todavía más difícil hacerlos salir de sí mismos. Al extravío en el mundo exterior sucede el estéril golpeteo aplicado incansablemente a los contornos de una falsa subjetividad" (Templo y Contemplación)

Vivir fuera de sí mismos, a pesar de no haber salido nunca de sí mismo. Esto podría haberlo escrito Plotino. "Fuera de sí" significa "ahí afuera", en forma de acontecimiento exterior, en forma de cuerpo (organismo, física, química, biología, etc.), hecho social (familiar, político, económico, etc.). Como bien dijo Marsilio Ficino, el hombre es aquel pájaro que cree arrastrarse porque ve su sombra deslizarse por la superficie. "Fuera de sí" significa identificado con la sombra, con la superficie. Carente de interioridad.

Se prevé que en estos días el libro de E. Punset "El alma está en el cerebro" sea récord de ventas. ¿Qué hay allí respecto a la interioridad? Absolutamente nada: sólo química, fisiología, biología, fascinación por la tecnología y el control. La expectativa de una "felicidad" tecnológica, cuando se descubra el medio químico o físico para anular la enfermedad, la tristeza, la angustia, el sueño (¿pesadilla?) de una panacea tecnológica que permita lograr seres humanos tan olvidados de lo anímico como para haberse vuelto robots que, al menor fallo, sólo requieren un cambio de piezas.

Es probable que este antiguo conocido, actualmente internado, pueda estar de regreso en casa en poco tiempo, medicado hasta el punto del olvido y la inopia. Se parecerá entonces más a las personas "felices", "sin problemas" que profetizan los Punsets de este mundo y que, sin duda, resultará más manejable para su familia y su entorno.

Entre tanto el mundo, y no sólo la gente, está lleno de síntomas. Los mismos: depresiones, desestabilizaciones, degradaciones, desertización.

Después de un intenso año de cursos y conferencias al servicio de la realidad del alma, sólo puedo desear que durante el próximo sigan remontando el vuelo aquellos pájaros que ya no se identifican con su sombra y que, de tanto en tanto, se vuelvan hacia la luz que está tan por encima de ellos como ellos lo están de las superficies.

domingo, 3 de diciembre de 2006

Plotino: Sobre el bien y la belleza


En un tiempo en que se vuelven usuales frases tan penosas como "el alma está en el cerebro" o "el cerebro piensa", "el cerebro imagina", etc., es decir, en un tiempo de rampante materialismo, siempre es refrescante y liberador regresar a Plotino, que ponía el alma en el centro de sus meditaciones, y que sabía que "nuestra patria" es una dimensión diversa de células, terminales nerviosas, átomos y otras fantasías literalizadas.

Así, en su tratado "Sobre el bien y la belleza", escribía:

"Pues bien, la patria nuestra es aquella de la que partimos, y nuestro Padre está allá.
—¿Y qué viaje es ése? ¿Qué huida es ésa?
—No hay que realizarla a pie: los pies nos llevan siempre de una tierra a otra. Tampoco debes aprestarte un carruaje de caballos o una embarcación, sino que debes prescindir de todos esos medios y no poner la mirada en ellos, antes bien, como cerrando los ojos, debes trocar esta vista por otra y despertar la que todos tienen pero pocos usan.
—¿Y qué es lo que ve aquella vista interior?
—Recién despierta, no puede mirar del todo las cosas brillantes. Hay que acostumbrar, pues, al alma a mirar por sí misma"

Puedes leer el tratado picando en el siguiente enlace:
Sobre el bien y la belleza

Un saludo
Enrique